En su columna, ella plantea que muchas compañías fracasan no por falta de ideas, sino porque carecen de un sistema que las transforme en resultados concretos. La innovación sin estructura —afirma— se vuelve efímera, un ejercicio simbólico que difícilmente impacta en el negocio.
Según explica, una gobernanza efectiva debe operar en tres niveles: estratégico, donde la alta dirección define visión y prioridades; táctico, con equipos especializados que gestionan proyectos; y operativo, donde metodologías ágiles permiten escalar soluciones.
Camila advierte que improvisar la innovación provoca falta de claridad en prioridades, dificultad para escalar iniciativas y desconexión con la estrategia corporativa. En contraste, las empresas que han logrado estructurar han desarrollado modelos híbridos, combinando claridad estructural con flexibilidad operativa, como lo han hecho líderes de la industria que hoy destacan en el mercado.
El llamado es claro: gestionar la innovación con la misma rigurosidad que cualquier otra función crítica del negocio. Solo así, las ideas pueden convertirse en ventajas competitivas y marcar la diferencia en entornos de cambio constante.
Revisa aquí la columna completa: Ir a Portal NexNews
